Quiero compartir las reflexiones que más allá de lo jurídico me dejó haber participado en el equipo que representó al demandado en un proceso judicial sobre agencia comercial que llegó hasta la Corte Suprema de Justicia y en el cual las pretensiones sumaban varios millones de dólares.
El caso fue fallado a favor del cliente en primera instancia. En segunda instancia el Tribunal Superior de Bogotá confirmó la decisión, y recientemente la Corte Suprema de Justicia inadmitió la demanda de casación que se había presentado, dando así cierre a la controversia, después de casi cinco años.
El debate jurídico era sobre la naturaleza de la relación entre las partes y su terminación. Se analizaron temas muy importantes de agencia comercial, distribución y suministro.
Además de la satisfacción del deber cumplido, este caso me dejó las siguientes reflexiones:
El rigor jurídico no es una virtud, es un punto de partida
Hoy en día, el abogado no solo debe conocer el código, la jurisprudencia y la doctrina: debe ser capaz de leer entre líneas, aplicar, interpretar y construir una estrategia con dirección y sentido.
El derecho no se ejerce en abstracto, y mucho menos desde el automatismo. Se requiere pensamiento crítico, capacidad de adaptación y visión.
Los litigantes somos contadores de historias
Podemos tener los hechos y el derecho de nuestro lado, pero si no somos capaces de contar bien la historia, corremos el riesgo de no ser comprendidos o peor, de ser malinterpretados.
Al fin y al cabo, un caso es una historia. El expediente es un guion. Los abogados somos los narradores. Y el juez, es un atento espectador que espera encontrar la verdad detrás de todas las versiones que escucha (Léase: “oír con atención”).
La estructura, el lenguaje, los énfasis, la claridad y hasta los silencios construyen una narrativa influyente. Esto también es litigar.
No hay enemigo pequeño ni adversario invencible
Subestimar al otro nubla el juicio, sobreestimarlo socava la confianza. Ambas posturas distorsionan la preparación, la estrategia y la ejecución de los argumentos en el plano judicial.
En el litigio, como en la vida, siempre hay que asumir la confrontación con respeto, sin miedo.
Las formas sí importan
En un mundo permeado por la necesidad de inmediatez, a veces se sacrifican las formas, se justifica el descuido. La elegancia no pelea con nadie. Importa más de lo que pensamos.
El tono de un escrito, el respeto en una audiencia, la presentación de un argumento, todo habla de quiénes somos como profesionales y, por ende, como personas.
Las victorias son siempre colectivas
Es cierta la frase “Si quieres ir rápido, ve solo. Si quieres llegar lejos, ve acompañado.”.
Una gran victoria es un esfuerzo conjunto. Un proceso que se gana de principio a fin no es la hazaña personal de un solo abogado, es solo producto de la contribución coordinada de un equipo que camina entusiasmado hacia la misma meta.
Siempre, siempre se puede hacer mejor
Tanto en las derrotas como en las victorias debe haber espacio para la reflexión, la autocrítica y para siempre poder decir “podemos mejorar esto”.
Morgan Housel, autor de Lo que nunca cambia en un mundo cambiante (2024) señala que, “(…) la ironía de los buenos tiempos es que generan complacencia y escepticismo ante las adversidades.”.
Por eso, concuerdo con Housel en que ser constante en el trabajo, conservar un poco de paranoia, y tener humildad intelectual, nos permite estar alertas y preparados para el futuro.
La última pero más importante reflexión: más allá del resultado, lo más valioso es siempre aprender de todas las experiencias y disfrutar del proceso, literalmente.
Autor:
Publicado: viernes 22 de agosto de 2025 / Asuntos legales / La República
Contacto: maria.senejoa@pralaws.com
Abogada con profundización en derechos humanos y especialista en Derecho Laboral, con 3 años de experiencia profesional asesorando a clientes nacionales y extranjeros en asuntos de Derecho Laboral, Seguridad Social y asuntos migratorios.
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